“No robarás”, parece ser la demanda de la ciudadanía con el futuro intendente. El perfil del alcalde que anhelan los vecinos de Santiago y los problemas urgentes que deberá afrontar para recuperar la confianza de un electorado desilusionado por “el caso Alegre”.
“El pueblo nunca se equivoca”, suele ser una frase repetida hasta el cansancio por ciudadanos y dirigentes políticos. Estos últimos lo dicen especialmente cuando ganan una elección. Cuando pierden, prefieren creer lo contrario. Sin embargo, la historia está plagada de equivocaciones del pueblo. Un breve repaso por el pasado de la Argentina daría las pruebas fehacientes de la falsedad de aquella frase.
Está bien que así sea. Un pueblo que jamás se equivoca, sería un pueblo perfecto. Y ya se sabe que la perfección mundana –y humana- no existe: eso es cosa de los dioses. Los mortales somos finitos e imperfectos, y por lo tanto –esa es la buena noticia-, perfectibles.
Por otro lado, sería saludable que los santiagueños estén convencidos de que el pueblo sí se equivoca, porque así tendrían más cuidado a la hora de votar, sabiendo que un voto en falso puede traer consecuencias indeseadas. Quien conoce el pasado local sabe que, por ejemplo, gracias al sufragio popular un caudillo dominó la provincia durante 50 años, aunque hoy pocos defiendan aquella hegemonía (lo mismo sucede a nivel nacional. A mediados de los noventa el 50% del electorado nacional hizo que Carlos Menem fuera reelegido en la presidencia. Sin embargo, hoy nadie aceptar haber votado al riojano).
Todo esto viene a cuento de la proximidad de las elecciones para intendente en la Capital. En realidad, los comicios se harán en casi todas las ciudades del interior. Pero la de la Madre de Ciudades reviste una importancia particular, no sólo por el grueso del electorado sino también por la cercanía del caso de un ex intendente que tuvo que renunciar en medio de una situación escandalosa.
Sin duda, hubo varias gestiones al frente del municipio que –por una u otra razón- fueron un fracaso. Pero los años de Julio Fernando Alegre (2005-2009) seguramente serán recordados –mucho más que otras gestiones- como la gran oportunidad dilapidada. La presunta asociación ilícita entre el ex intendente y funcionarios, las numerosas propiedades descubiertas a nombre de Alegre y la constatación de un manejo cuando menos desordenado de los recursos públicos, produjeron una desazón terrible en los vecinos santiagueños. Si hace unos años la juventud descreía de “la política” y “los políticos”, después del caso Alegre ese escepticismo se potenció mucho más.
“El pueblo nunca se equivoca”, suele ser una frase repetida hasta el cansancio por ciudadanos y dirigentes políticos. Estos últimos lo dicen especialmente cuando ganan una elección. Cuando pierden, prefieren creer lo contrario. Sin embargo, la historia está plagada de equivocaciones del pueblo. Un breve repaso por el pasado de la Argentina daría las pruebas fehacientes de la falsedad de aquella frase.
Está bien que así sea. Un pueblo que jamás se equivoca, sería un pueblo perfecto. Y ya se sabe que la perfección mundana –y humana- no existe: eso es cosa de los dioses. Los mortales somos finitos e imperfectos, y por lo tanto –esa es la buena noticia-, perfectibles.
Por otro lado, sería saludable que los santiagueños estén convencidos de que el pueblo sí se equivoca, porque así tendrían más cuidado a la hora de votar, sabiendo que un voto en falso puede traer consecuencias indeseadas. Quien conoce el pasado local sabe que, por ejemplo, gracias al sufragio popular un caudillo dominó la provincia durante 50 años, aunque hoy pocos defiendan aquella hegemonía (lo mismo sucede a nivel nacional. A mediados de los noventa el 50% del electorado nacional hizo que Carlos Menem fuera reelegido en la presidencia. Sin embargo, hoy nadie aceptar haber votado al riojano).
Todo esto viene a cuento de la proximidad de las elecciones para intendente en la Capital. En realidad, los comicios se harán en casi todas las ciudades del interior. Pero la de la Madre de Ciudades reviste una importancia particular, no sólo por el grueso del electorado sino también por la cercanía del caso de un ex intendente que tuvo que renunciar en medio de una situación escandalosa.
Sin duda, hubo varias gestiones al frente del municipio que –por una u otra razón- fueron un fracaso. Pero los años de Julio Fernando Alegre (2005-2009) seguramente serán recordados –mucho más que otras gestiones- como la gran oportunidad dilapidada. La presunta asociación ilícita entre el ex intendente y funcionarios, las numerosas propiedades descubiertas a nombre de Alegre y la constatación de un manejo cuando menos desordenado de los recursos públicos, produjeron una desazón terrible en los vecinos santiagueños. Si hace unos años la juventud descreía de “la política” y “los políticos”, después del caso Alegre ese escepticismo se potenció mucho más.
FUENTE: Revista La Columna
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