Ya en la víspera de fin de año, es hora de comenzar con los balances tanto colectivos como individuales, más aún cuando uno integra un poder del Estado tan importante y vapuleado como es el Congreso de la Nación. Habrá quienes digan que los reparos de la ciudadanía hacia los legisladores, en este caso nacionales, están motivados en su desempeño poco productivo, al conocer a través de informes periodísticos de desempeños que en muchos casos, lamentablemente, dejan mal parado al Poder Legislativo en su conjunto.
Desde viajes al exterior integrando delegaciones con supuestos fines nobles en los que se les costea pasajes, viáticos y hasta alojamiento sin costo alguno, pero que nunca traen resultados concretos para el país, hasta dietas que para la gente resultan muchas veces exageradas frente al producto del trabajo que realizan.
Pero para particularizar el análisis, y ver la paja en el ojo propio y no en el ajeno, nos deberíamos detener en lo que sucede con los representantes santiagueños en el Congreso. Como suele suceder, muchos diputados aparecen prometiendo y generando una expectativa que luego se cae por el suelo cuando “desaparecen” como por arte de magia, y se les pierde el rastro, hasta la próxima elección.
Hay que entender de una vez y para siempre, que no se los elige para ser meros “levanta manos” para que el Gobierno central logre aprobaciones de proyectos gracias a acuerdos con los respectivos gobiernos provinciales. Que si bien esta es una faceta del trabajo que deben realizar en pos de ayudar a una determinada gestión, no es el único rol que deben cumplir. Porque si así fuera, entonces hasta un ignorante podría ir con el “libreto armado” y ser diputado de la Nación. Y como en estos casos siempre hay quienes piden fundamentos y pruebas concretas que avalen los dichos, nos remitiremos a lo publicado en “Semanario Parlamentario” que hace todos los años un ranking con los Indices de Calidad Legislativa en la que dos santiagueños ocupan, ya en 2008, el “extremo inferior”. La publicación hace hincapié en la presentación de los proyectos más importantes, los de ley, donde nueve diputados no presentaron ninguno. Estos son los santiagueños Ana Luna de Marcos y Jorge Pérez, junto a otros siete colegas de otras provincias. Y tienen otro “record” que es que “tampoco hablaron en el recinto durante el año”. Esto es lo que los santiagueños debemos corregir para que nuestra provincia cambie definitivamente su imagen como es el deseo ferviente de su pueblo. Ya que tanto se habla en estos días de reforma política, tenemos entonces que prestar más atención en quienes son los que integran una lista sábana porque es en el amontonamiento donde se mezcla lo bueno, lo malo y lo feo.
Números que asustan.
Según un reciente informe, un diputado nacional tiene un sueldo neto de $10.500 y otros $1.400 por desarraigo de quienes viven a más de 10 kilómetros de sus domicilios. Además tienen la posibilidad de gozar de 32 órdenes de pasajes, 20 aéreos y 12 terrestres mensuales, que pueden ser cambiados por dinero en efectivo, lo que representa unos $7.000 lo que en total hace $19.000 mensuales. Es mucho el dinero que en definitiva se llevan al bolsillo, aunque hay que reconocer que son “líderes” en rubros estadísticos, pero aquellos que nos avergüenzan porque no demuestran el verdadero espíritu trabajador del santiagueño.
Según un reciente informe, un diputado nacional tiene un sueldo neto de $10.500 y otros $1.400 por desarraigo de quienes viven a más de 10 kilómetros de sus domicilios. Además tienen la posibilidad de gozar de 32 órdenes de pasajes, 20 aéreos y 12 terrestres mensuales, que pueden ser cambiados por dinero en efectivo, lo que representa unos $7.000 lo que en total hace $19.000 mensuales. Es mucho el dinero que en definitiva se llevan al bolsillo, aunque hay que reconocer que son “líderes” en rubros estadísticos, pero aquellos que nos avergüenzan porque no demuestran el verdadero espíritu trabajador del santiagueño.
Fuente: Nuevodiario
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